23 de abril de 2014

EL PROVOCADOR SIN ROSTRO



John Coplans – inglés nacido en 1920 – podíamos acuñarlo como 'el observador del cuerpo'. Fue crítico de arte de una gran influencia, redactor de una revista y comisario de arte. Pintor y decorador. Un todo en uno que se termina estableciendo como fotógrafo de figuras humanas, allá por los 60. 

Durante esta década – los 60 – y con el auge del nuevo arte Pop se traslada a California para enseñar Arte en la Universidad de Berkeley. Decepcionado por los conservadores de la cultura y la visión antintelectual del departamento, decide co-fundar Artforum Magazineiniciando así un dialogo entre la escena artística de las dos costas norteamericanas. 

Más tarde se convertiría en pieza fundamental del panorama artístico del momento, siendo comisario en el Museo de Arte de PasadenaDonde ensalzaría de forma entusiasta la obra de Roy Lichtenstein y Andy Warhol, llegando a organizar retrospectivas de ambos.

Los dorados 80 fueron clave para ganarse su reputación internacional como artista. Una vez instalado en Nueva York a los 60 años, bajo la influencia de su amigo fotógrafo Lee Friedlander, se embarcó en la fotografía de nuevo, tras haber disparado sus primeros carretes mientras servía en el cuerpo del ejercito británico en Etiopía, por lo que conocía el oficio. 


Eligió su propio cuerpo envejecido como vehículo de expresión estética: delineando las diferentes partes de su cuerpo, manos, pies y rodillas, o mostrándolo en su totalidad, a veces en frisos multipanel y tocando temas tan diversos como la abstracción, la escultura clásica, la belleza y decadencia. 


"No estoy trabajando con un cuerpo perfecto, estoy tratando con otro tipo de verdad: que es cómo es el cuerpo. ¿Y por qué no lo aceptamos si ésta es nuestra realidad?". 


Coplans presenta una colección de imágenes en blanco y negro que tienen por titulo "Self-Portrait" (autorretrato) aunque nunca aparezca, dejando que su cuerpo hable por él. Unas exploraciones reales, y a veces humorísticas del propio cuerpo humano. Presenta la desproporción del cuerpo como un objeto intrigante y sorprendente, fascinado por el detalle y maleabilidad.



Todo es una cuestión de cómo nuestra cultura percibe el proceso de envejecer: que viejo significa feo. Si pensamos en Rodin vemos cómo trabajó con personas de todas las edades. Yo siento que estoy vivo, tengo un cuerpo… y puedo convertirlo en algo tremendamente interesante. Eso me mantiene vivo y vital. Consiste en dinamizarme a través de mi creencia de que la tradición clásica que hemos heredado de los griegos no es más que una sarta de tonterías”.


Su trabajo también se erige como una réplica al culto de la juventud y la belleza representada por la fotografía comercial y lo que pudo ver en las vanidades del mundo del arte de la década ochentera.

 “Es como soñar despierto. Me adentro en un viaje a través de mis genes, de mis ancestros, hombres y mujeres. Es un viaje al pasado, al origen del hombre, a nuestra esencial naturaleza”.


Pero la edad no perdona, en sus últimos años padeció una degeneración muscular que dificultaba gravemente su visión. Aún así, hizo se fotografió en una serie de fotografías de partes fragmentadas del cuerpo inspiradas en el atentado contra las Torres Gemelas, que no quedaban lejos de su estudio. Fueron publicadas en un volumen de gran tamaño titulado A Body, y se exhibieron en la galería Ace de Los Ángeles, tras su fallecimiento en 2003.



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